Prolé-Tica nace del grupo cultural independiente "La Prolé", en Chiapas, México. Sufriendo una evolución de índole gramatical. Este espacio fue pensado para creadores: Escritores, pintores, escultores, fotografos, musicos, danzantes, entre otros. El espacio esta abierto, sus expresiones artisticas son bienvenidas, si tienen algo que decir. Adelante¡.

jueves, 13 de mayo de 2010


¡Rehilete! festival academico y cultural...

miércoles, 12 de mayo de 2010

viernes, 7 de mayo de 2010

En busca de ti

Tu leve gemido atraviesa los muros de ansiedad que cubren mi espíritu. Recobro la conciencia fingida de una irónica realidad. Me levanto. Atientas me recargo en paredes estoicas e indiferentes a mi vida común. Busco el artefacto metálico que por fin conseguirá nuestra cercanía anhelada. El portal deja entrar la luz junto con tus ímpetus y yo te sostengo entre mis brazos y acaricio tu felpuda piel. Amor mío. Dulce gatito.


A mi hermano menor

La neblina reviste poco a poco la tierra que habito. Su densa humedad embarga de nostalgia trágica mis huesos. Mamá otra vez grita. Él otra vez se regocija en su burlesca perorata. Yo de nueva cuenta me fastidio del cinismo casi cómico que refleja en su mirada. Mamá intenta hablar, no lo consigue. Grita entonces y él ríe. Se enfada más y por dentro llora. Lagrimas no hechas de coraje que es lo que refleja su faz, más bien son de miedo, desconcierto o aflicción, pues él se deja venir en caída libre a un foso fangoso sin impórtale nada y ella con esos gritos no puede rescatarlo. No se si él lo sabe, a veces pienso que si. Duele más. Duele en tanto ves sufrir a la madre por aquel que no le importa. Es entonces que quizás solo habría que recordar que ese también es su hijo.

Intento

Eco ensordecedor de media noche. Mente divagante en la blancura de la nada. Dedos ávidos de silabear frases que llenen la ansiedad febril. Morfeo asecha mi postura oblicua frente a un papel virtual. Creo que me rindo…

Hambre

Muero de hambre recostada en un sillón hecho girones. Pienso que comer anestesia mi dolor por seguir estando aquí. Ese instinto autómata y masoquista me levanta. Camino hacia la puerta y pienso
- ¿Cuánto compro de tortillas? Creo que lo más sensato son 5 pesos, pues es lo justo para mi consumo.
Salgo a la calle y me topo con el flamante sol el cual se contonea para presumir su rubia cabellera. Su vanidad me irrita. No tolero su egolatría. Lo prefiero en diciembre. Tan depresivo y sumiso. Camino absorta en el dolor abdominal que produce no haber ingerido alimento desde la noche anterior. Es agudo. Como si una mano brotara desde dentro y me mostrara el estomago. Pero lo disfruto, pues me distrae de mi alrededor incandescente. Saboreo la sensación incomoda y envolvente. Derrepente, al pasar por una calle oigo una voz pueril. - ¡señora malvada, vieja chancluda¡. Volteo a ver al agresor y lo afronto con mirada inquisidora. Me muestra su diminuta y roja lengua. Corre. Inconmovible, no puedo creer que me haya llamado “Señora”.

Manjar a domicilio

Es medio día. El calor insoportable derrite el chapopote de calles polvorientas con ondas que inundan de olas caloríficas, la mirada del peatón. Tú, en casa, refrescándote con un ventilador que regala su aliento de vida, añoras una bebida fría digna de dioses. En eso, oyes un grito entre pasmoso, melancólico y exigente…
-Pozol... va querer pozol.
Oyes a lo lejos la negativa de un vecino indiferente ante aquel sacrificio meritorio de un héroe. Te levantas del sofá inundado de tu ser acuoso por castigo de Apolo, que parece estar más enfurecido que de costumbre. Buscas en tu vitrina un metal insipiente que te dará la llave al deleite del sabor a cacao helado en tu boca. Después de revolotear papeles, frascos y de más chácharas encuentras aquella tableta metálica que saciara tu antojo.
Por fin, el anciano con paso amalgamado a una tierra inerte y sabedora de huellas, llega a tu puerta y ofrece el producto deseado.
-Pozol, va querer pozol…
Tú sales al encuentro presuroso por poseer el sabor entre tus labios y la lengua ansiosa recorre la boca cerrada e inundada de saliva insinuante. Pides dos piezas del manjar. Pagas. Te diriges a la cocina y preparas la licuadora para su proceso final. Bebes el líquido espeso y refrescante. Su sabor inunda las papilas gustativas una a una y se desliza por la garganta hasta caer en el estomago apaciguando el hervor actual. Tu gula ha sido atiborrada, puedes estar en paz.
Descansas en el sofá nuevamente cuando oyes alboroto en la calle, sales con la curiosidad de un gato a observar lo que provoca la efervescencia entre las personas. Descubres que dos calles a delante han atropellado a aquel héroe que arriesgo su talluda y anciana piel para complacer tus deseos. Estás atónito. No puedes creer tanta maldad, no puedes creer que la imprudencia de un fulano te haya privado del pozol a domicilio.